sábado, 8 de mayo de 2010
Confesiones de un Comedor de Opio
Oh justo, sutil y poderoso opio! que a los corazones de ricos y pobres, a las heridas que no cierran y a «los tormentos que tientan al espíritu con la rebelión» traes un bálsamo que apacigua: opio elocuente que con tu fuerte retórica deshaces las victorias de la ira; que durante una noche devuelves al culpable las esperanzas de la juventud y le lavas la sangre de las manos; y al hombre orgulloso concedes un breve olvido de males sin remedio y ofensas sin venganza;
que convocas a la cancillería de los sueños, para los triunfos de la inocencia perseguida, testigos falsos, confundes al perjuro y revocas la sentencia del juez prevaricador; que construyes en el seno de la oscuridad, con la imaginería fantástica del cerebro, ciudades y templos que no alcanzó el arte de Fidias y Praxiteles, superiores en esplendor a Babilonia y Hekatómpylos, y de «la anarquía del profundo sueño» devuelves a la luz del sol las mejillas de muchachas hace tiempo sepultadas, los rostros benditos del hogar limpios de «los deshonores de la tumba». Sólo tú haces estos regalos al hombre y posees las llaves del Paraíso, ¡oh justo, sutil y poderoso opio!
Thomas de Quincey
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1 comentario:
No se qué me gusta más, si la ilustracion o el texto que la acompaña, nunca me dejas de sorprender, oh queridisimo amigo!
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