
Si entre cien mujeres va y alguno dice: ¡puta vieja!, sin ningún empacho vuelve la cabeza y responde con alegre cara.
En los convites, en las fiestas, en las bodas, en las cofradías, en los mortuorios, en los ayuntamientos de gentes, con ella pasan tiempo. Si pasa por los perros, aquello suena su ladrido, si está cerca las aves otra cosa no cantan, si cerca los ganados, balando lo pregonan, si cerca las bestias, rebuznando dicen: ¡puta vieja!.
Las ranas de los charcos otra cosa no suelen mentar. Si va entre los herreros, aquello dicen sus martillos, carpinteros y armeros, herradores, caldereros, arcadores, todo oficio de instrumento forman en el aire su nombre. Cántanla los carpinteros, péinanla los peinadores, tejedores.
Labradores en las huertas, en las aradas, en las viñas, en las segadas, con ella pasan el afán cotidiano...¿qué quieres más, si una piedra al golpear con otra luego suena: ¡puta vieja!
1 comentario:
Me encanta este blog y quisiera conocer a este insigne y despelechado pintor:
miércoles 22 de octubre de 2008
Glosas golosas - Customizaciones
Desde Trebio, Tesino, Trasimeno y Cannas no se recordaron más adalides en los confines de la Cavecania como el affaire de Pólux-Pollux salvo episodios aislados de agonías y luchas intestinas tabularquizantes como los de Degli Fècatto y el de Fidel Priest, que más tarde abordaremos.
Frente a todos los tabularpas de construcción rústica y reciclada tras su uso como cepo alimentario cayó en manos de un usufructuario cavecano un tabularpa coustom fabricado allende los mares por indígenas cheyenes, adquirido por un virrey que simpatizó con los gaieumbari.
Estrenólo un ex-rabelista extremarino en cuyas manos púsolo el virrey y bajo un cobertizo y escoltado por bellas damiselas bragumbaris hacía sonar su suave cordal y sus acordes coloridos.
La atmósfera hechizada se expandía desde los ferrum barandilla hasta la posada del Mora, donde el loor místico se entremezclaba con el olor a carcamales fritos, manjar de ultramar por otra parte muy apreciado por cavecanos adolescentes con picores y herpes.
Hallábase el exrabelero de ronda cuando a mitad de la tonada pidióselo encarecidamente el savoyano Degli Fècatto, espadachín rockerii que usaba plectro de aleación broncínea por lo que negóselo con un movimiento de testa sin perder la entonación ni el ritmo.
-¡Déjamelo, hijo de Lenozina..!, interrumpió de nuevo el impertinente savoyano.
Ante semejante afrenta, incorporose del reposarium el rabelista y lanzole un gancho certero a la altura de la mandíbula con el carrillar izquierdo.
Apartáronse de inmediato damas y paseantes.
La respuesta de Degli Fècatto no se hizo esperar y enervado e inyectado de ira tiróle de las ensortijadas guedejas a su contrincante.
Siguió después el mamporreo diverso hasta bien entrada la madrugada, cuando por agotamiento de púgiles y árbitros diose por finiquitada la lucha.
Actuar como custodio de una tabularpa customizada en Terra mojicona para devolverlo impoluto de rayones y pasadas de frecuencia acústica trajo consigo este disgusto.
Añado:
Mi amigo y compañero en Tango 4 el bandoneonista, compositor y arreglista argentino Oscar Guidi al actuar en un teatro de Paris interpretándose a sí mismo, a Troilo, a Rodríguez Peña o a Piazzolla en un arrebato de apasionamiento exultante, voláronle por toda la sala en plena actuación todas las tripas del fuelle de su instrumento afinado en 4,43 megahertzios.
Al silencio más absoluto, le siguió una masa celestial in crescendo de aplausos.
Él mismo comentaba así esta jugada:
-“A los instrumentos hay que mimarlos, cuidarlos, sobarlos, guardarlos en los estuches…pero, en el escenario hay que darles toda la caña hasta el límite, ¡Hay que matar al tigre..!...”
Paréceme que el exrabelista extremarino siguió este axioma a priori como norma. Si hubiera accedido a las peticiones de Degli, mas nunca en ese tono grosella y grotesco, quizá hubiera enriquecido la intrahistoria del bello instrumento más hubiera herido sustancialmente sus cualidades armónicas.
Fe de ratas y fidelidad al texto de La traducción II:
Se emitió una circular en pergamino sepia para que supervivientes de De bello Cavecani Gaieumbarii la rellenaran y completasen con sus testimonios.
Tras días y días con sus noches sin respuesta me lancé a entrevistarlos allá donde se hallaran.
-“Habéis leido las nuevas traducciones de las Crónicas?, fue mi primera cuestión.
-Todavía no me dado tiempo, el internet llega con dificultad a mi cabaña…pero dicen que el nivel es acojonante, que son textos refundidos por facultativos cavecanos sobre los primitivos moradores de la Cavecania Enervante…díjome Mendoza
- ¡Es impresionante..! manifestejéle. Y proseguí:
-“En mi caso, encuentro una vieja carta o una postal, un grabado o un palimpsesto, me recreo, lo exprimo, lo actualizo, lo ilustro lo envío y en La Tabla recupera su esplendor.
- Oooohhhh, qué bonito..!! exclamó con una boca abierta de par en par llena de parabienes y de la que salían diminutos rombitos
como meteoritos perfumados de regaliz.
De Karl estoy pendiente de autorización para fisgonear en archivos santulaienses-iquíquicos con el fin de ampliar las fuentes de dicha acción directa cantoral en la que buena parte protagoniza nuestro entrañable sabio sirio Mosesba, con el fin de que las sistematice en la Enciclopaedia Aléphica de la Cavecania y pueda imprimirlas antes de finalizar el año cavecanicular.
Kart insistió en el nivel super-alfa de algunos introitos e insistí en que no se achantara. Que tomara el bolígrafo por los cuernos e incara las uñas al guarro.
Habbi Zhydd el almohade no produce introitos no por falta de ganas sino que su buzón es compartido con su submundo laboral y en tanto en cuanto no tenga un gmail en solateras parece ser que le da nosequé meterla. La introita.
Esto es lo primero que se me ocurre desde la Cavecania lloviente.
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